En otoño de 2008 consiguieron llevarme de vacaciones a Nueva York, después de muchos años en los que me negué a dicho viaje, tal vez uno de mis mayores errores en esta vida porque es una ciudad que no puede ser descrita…solo vivirla, aunque sea desde la epidermis como turista. Fueron dos semanas a tope en las que Alfonso, Félix y yo trotamos de la mañana a la noche hasta tener las piernas reventadas y la cabeza llena de imágenes.