Os imagino hartitos de Polonia, a los que hayáis mirado esto. Pero todo tormento tiene su fin.
En las inmediaciones de Cracovia están las minas de sal, atracción turística donde las haya pero que no aconsejo ni a mis enemigos. Entrada cara, estancia claustrofóbica y la salida inenarrable. Y muy cerca, en el monasterio de san Nicolás nos encontramos con una riada de clérigos bajando la ladera de la montaña. Vaya susto. Y lo peor, todos muy jóvenes.